Hoy 25 de noviembre, Día Internacional contra las violencias machistas, las comunistas nos sumarnos al grito global de colectivos, organizaciones políticas y sindicales de clase y la mayoría de la clase trabajadora para denunciar alto y claro que, pese a las protestas y reivindicaciones pasadas, las mujeres seguimos soportando multitud de violencias en todo el planeta.
Vivimos un momento de gran agitación social y política, en el que, en la batalla de las ideas, la extrema derecha se muestra como la única alternativa antisistema, justo cuando el sistema capitalista, patriarcal, imperialista y colonial se encuentra en estado de decadencia y descomposición, y, para evitar su caída y garantizar su supervivencia, está mostrando su cara más perversa y criminal.
Esa cara, en un contexto internacional, es la cara de la guerra, el saqueo, la destrucción, el apartheid, la limpieza étnica y el genocidio en diferentes lugares del planeta. Por ello, no podemos dejar pasar este día sin señalar las violencias que sufren las mujeres atrapadas en los conflictos bélicos.
Aunque sabemos que el genocidio en Palestina, perpetrado por Israel con la colaboración directa de los Estados Unidos, no es el único que se está perpetrando actualmente, sí es el que ha dejado en evidencia a las instituciones, los Estados, la ONU, la Corte Penal Internacional y la UE, aliada fiel del sionismo y de Estados Unidos que, no solo no hacen nada ante una realidad criminal documentada con millones de imágenes y testimonios en directo, sino que forman parte del entramado colaboracionista del sionismo, convirtiéndose en cooperadores necesarios en las acciones de la maquinaria asesina del Estado de Israel. Es este genocidio, retransmitido en directo, el que ha evidenciado ante la comunidad internacional, que estamos ante un sistema fallido para la mayoría social, que solo sirve a los intereses del gran capital y que, no solo tenemos la obligación de impugnar, sino también de combatir, y por ende, de construir un nuevo orden mundial que sea compatible con la vida, la dignidad humana y la superviviencia del planeta que habitamos.
Las mujeres palestinas son hoy en día el paradigma de la violencia de género, porque son las que están sufriendo los niveles de violencia más brutales que podamos imaginar. Según datos de la ONU, las mujeres y los niños y niñas constituyen el 70 por ciento de la totalidad de las víctimas. Las que sobreviven a los bombardeos, son expulsadas de sus casas, despojadas de lo más elemental para sus cuidados y los de sus criaturas, muchas tienen que seguir adelante con embarazos indeseados en esas condiciones tan brutales de escasez de agua y alimentos, soportar partos sin anestesias y prematuros, obligadas a maternar a la intemperie y bajo el horror de las bombas, que compiten con el hambre, viendo morir a sus hijos e hijas, soportando esas infancias rotas, malnutridas, sin lo más básico y elemental para la superviviencia. Otras son detenidas y hacinadas en cárceles carentes de las mínimas garantías, donde son sometidas a abusos y multitud de violencias y humillaciones.
Nuestro reconocimiento para todas estas mujeres, que resisten y que han tenido y siguen teniendo un papel esencial en la historia del pueblo palestino. Nosotras desde aquí exigimos el cese del comercio de armas y la ruptura comercial y diplomática con el ente sionista y la salida de España de la OTAN.
Mientras, en Europa, nuestras compañeras migrantes y racializadas que vienen a buscar una vida mejor, están expuestas a mayores situaciones de violencia en todas sus expresiones y de vulnerabilidad a la hora de acceder a los recursos como la justicia, la sanidad o la vivienda. Esta situación de extrema vulnerabilidad no viene de la nada. Procede de la categorización racial inventada y sostenida por el colonialismo para mantener un sistema de opresión eurocéntrico y androcéntrico. Las mujeres racializadas sufren por ello niveles más altos de violencias, ya que el racismo se extiende desde lo estructural del sistema capitalista, pasando por lo institucional y llegando a lo cotidiano. Por ello, nos parece importante nombrar aquí el concepto de “la blanquitud”, que las mujeres migrantes nos han enseñado, y que nos permite mirarnos y hacernos conscientes de que, como mujeres blancas nativas europeas, actuamos desde el privilegio, sin caer en la cuenta de que tenemos esos privilegios. No se trata de renunciar a ellos, sino de reconocerlos y luchar por combatir este sistema de racismo y exclusión. Por ello, nosotras, las comunistas, tenemos la obligación de contrarrestar el discurso hegemónico del feminismo blanco occidental, que pretende posicionarse como el paradigma de la libertad y el empoderamiento, frente a las mujeres que beben de otras culturas (negras, árabes, gitanas…) y que se postula como salvador de todas ellas, cuando en la cultura occidental, ni somos libres ni estamos tan cerca de serlo, porque tambíén vivimos altos niveles de opresión en una sociedad de consumo diseñada por el capitalismo, que nos cosifica y nos impone una corporalidad y una estética normativa basada en la delgadez y la eterna juventud para encajar en el sistema y no ser invisibles. Nosotras debemos hacer ese esfuerzo de revisar la hegemonía de ese pensamiento occidental y abandonar el discurso de concepción diferencial del género en términos raciales, para luchar juntas por una sociedad más justa para todas.
Igualmente, las comunistas debemos contrarrestar la instrumentalización y el uso obsceno que se hace del feminismo desde el discurso reaccionario, que lleva años negando la violencia machista, que lanza mensajes de odio contra la comunidad migrante y racializada y que adquieren fuerza y configuran la narrativa del miedo para abrir la puerta a las políticas antimigratorias. Y esto lo estamos viendo en nuestra Comunidad, en noticias de agresiones sexuales, como el caso de Alcalá de Henares o de Hortaleza, que han saltado a los medios de comunicación más influyentes y conocidos, no porque importe la agresión sexual, que queda relegada a lo irrelevante, sino porque lo importante, el foco de atención, es la identidad racializada del agresor, su extranjería. A quienes manosean el feminismo como excusa para lanzar mensajes de odio y aplicar la agenda política antimigratoria, les decimos que siempre nos van a tener enfrente. Porque en nuestro ADN comunista está impreso el antirracismo. Pero no nos conformamos con decir que somos antirracistas y ya. Ser antirracista significa pasar a la acción, desde lo individual, en la cotidianidad, en nuestros entornos (trabajo, amigas, familia, redes sociales) señalando las actitudes racistas que nos rodean, y también desde lo colectivo, organizadas en nuestros barrios y espacios de lucha, para no callar jamás y para construir un discurso tajante y firme que combata, no solo el relato del odio de la derecha reaccionaria, sino también ese discurso paralelo que procede de actores políticos que se autodefinen de izquierdas, basado en esto de “las migrantes son necesarias para hacer los trabajos que nosotras no queremos”, que, aún en la hipótesis de que se haga desde la buena intención, traslada un mensaje que tiene que ver más con el utilitarismo que con los derechos humanos.
Nosotras exigimos la derogación de la Ley de Extranjería. Regularización YA.
Yendo de lo más general a lo más concreto, denunciamos también la violencia institucional que sufrimos las mujeres en nuestra Comunidad. Una Comunidad, donde las políticas ultra liberales aplicadas durante años, van dejando un rastro de desamparo criminal a través de la precarización y privatización cada vez más salvaje de los servicios públicos, que garantizaban, al menos, algunos derechos que ya habíamos conquistado.
Las recientes declaraciones que la Presidenta de la Comunidad hizo sobre la situación del derecho al aborto en Madrid no pueden ser más lamentables. Frente a estos ataques, que pretenden alimentar un falso debate, nosotras vamos a mantenernos firmes en la defensa de este derecho como un derecho fundamental que garantice la autonomía de las mujeres sobre sus cuerpos y su salud sexual y reproductiva y que se garantice en la sanidad pública de forma gratuita para todas.
Por otro lado, el gobierno de Ayuso recorta un millón y medio de euros en la lucha contra la violencia de género para el año 2026 respecto a este año. Pero si comparamos el presupuesto aprobado para 2026 con el de 2024, la partida se ha recortado en un 5,6 por ciento. Está es una muestra más del maltrato institucional que vivimos día a día.
Y ahondando más en esta violencia institucional que denunciamos, hay que sumar los planes trazados por el Ayuntamiento de Madrid en ofensiva contra los Espacios de Igualdad, actualmente externalizados y que están en grave peligro de desaparición, con la aprobación de una hoja de ruta consistente en unificar estos Espacios de Igualdad con los Centros de atención ambulatoria para las mujeres víctimas de violencia de género, en un intento descarado de maquillar la situación de colapso que atraviesa la Red de Atención a las Mujeres detrás de un modelo que recorta en políticas de igualdad.
Todas estas medidas, en definitiva, no son más que violencia institucional que revictimiza a las mujeres y restringe y cercena el derecho a ser atendidas por los servicios públicos en una cuestión tan grave como la violencia de género, en un intento de barrer los avances feministas conquistados durante décadas.
Ante esta situación desoladora, nosotras, desde el Partido Comunista de España en Madrid, no nos vamos a rendir. No nos vamos a callar. Vamos a seguir señalando la violencia estructural del capitalismo y de las instituciones de los Estados capitalistas para avanzar hacía un mundo de justicia social y donde la igualdad se materialice en la vida real y no quede en una especie de aspiración o utopía.
Por todo ello, llamamos a la participación masiva en la manifestación del 25 de noviembre contra las violencias machistas.




